INTIMIDADES.

Por Demian Chávez

 

La exploración del cuerpo con la fotografía ha sido un millonésimamente repetido, pero ir a lo cotidiano y recuperar los momentos que se han vuelto automáticos y de lo que solo nos acordamos cuando estamos sudorosos y sucios, fue uno de los pretextos de este ensayo. El baño.

 

La modernidad trajo las regaderas prontas a la casa, dejamos de bañarnos semanalmente o cada tercer día para hacerlo diario y la desnudez tan estudiada por Delacroix, Degas, Miguel Ángel y mil más dejó de ser instrumento de lo impúdico, es más, ya ni si quiera ponemos atención en él. La toalla.

 

Vivimos tan deprisa que el bañarse ya no es más que otro acto tan inconsciente como lo es cambiar la velocidad en el auto. La velocidad que añoraba bella Marinetti triunfó en el espacio tiempo y se volvió tan estética como esa Victoria que mencionaba. El ritual de lo bello paso a ser lo ordinario. Tu desnuda.

 

Así, sin esa velocidad me tomé la desfachatez de bajarme del reportaje y lentamente ir a lo que no habíamos visto como lo aisthético. La ducha.

 

Este recuperar lo cotidiano también esta en acto personal y (¿)pudoroso(?) del voyeur versus la desnudez. Sin la intención de la femme fatale la toma de la imagen de por sí voyeur está en esa delgada línea de lo erótico y la sensualidad y que por si fuera poco la encontramos en lo cotidiano, desafortunadamente a veces no lo vemos.

 

Este ensayo es un recuperar lo diario, tomo dos años y medio confeccionarlo lavarlo y enjuagarlo. Originalmente estuvo pensado para un libro de lo sensual y lo sensorial en donde su editor sería el que fuera premio estatal de periodismo Jesús Aguilar Velázquez, pero su imprevista muerte me orilló a guardar las imágenes para el festival internacional Fotoseptiembre 2000. Sin embargo la pudorosa y obtusa mente de los organizadores de la exposición cancelaron tres días antes de la inauguración en el vestíbulo del sindicato de maestros de la Universidad Autónoma de Querétaro. Luego me dí cuenta que bien podía entrar en el trabajo de la tesis (ya que como hemos determinado la fotografía como arte), es el perfecto ejemplo para relacionarlo con la estética de la foto, la foto como objeto e inclusive el documento histórico.

 

“La ironía advertible en estas fotos es un juego múltiple, burla de prejuicios y de juicios, de rondas de seductores y seducidas. No hay agresión ni hallazgo, no hay desafío  ni sometimiento” dice Monsiváis de la frivolidad de las vedettes y en especial de Celia Montalván en su ensayo en el que se acerca a la frivolidad y el sin pudor de la mujer-musa que se ha retratado. Se vuelve con ese sin pudor en el objeto-objetivo que tendrá dentro la belleza que tanto discuten los especialistas.

 

La musa-objeto tiene una relación con el spectador de las cosas; este mundo de los objetos es lo que despierta el interés en ver la belleza en lo que otros no la habían percibido. “ya el hecho de fotografiarlos, implícitamente era conferirles importancia”.[1]

 

Las ninfas, las odaliscas y las venus pintadas y luego tan retratadas responden a la urgencia de ganosos artistas por el paisaje humano.

 

Intimidades pone al descubierto que estas musas también se asean y su belleza también se ensucia, la gracia de su aisthesis puede no ser perenne y de vez en cuando habrá que capturar a estas venus en lo cotidiano. La regadera.



[1] Mariana Figarella. Revista Alquimia N.3 may-ago. 1988.Pág. 35

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