La danza es efímera: nos queda la imagen.

Desde 1998 he intentado conocer la danza contemporánea a partir de la imagen fotográfica. Ya en 2006 y con una orden de información de la revista Proceso a cuestas, fui testigo de la desaparición de una de las compañías de danza más importantes de México y el mundo: el Ballet Nacional de México, que dirigía la maestra Guillermina Bravo. Meses después disfruté del nacimiento de las compañías de danza Ciudad Interior y Aletheia.  

Para ese entonces, me empieza a quedar claro que la fotografía de danza tiene tres valores y usos: La imagen de recuerdo para el ejecutante y el coreógrafo, que sería su uso doméstico; la imagen artística de la plasticidad, que se convierte en tal por sus cualidades estéticas y compositivas de acuerdo a la elección del autor, y sería su uso comercial;  finalmente la imagen documental que constata la existencia de la danza y el ejecutante dentro de un espacio efímero, que sería un uso histórico.

En mis primeras experiencias con la danza -incluso hoy- me ha gustado experimentar con los sujetos y objetos que se mueven frente a la cámara, donde el azar hace parte del trabajo.

Técnicamente, la única forma de quedarme con secuencias de imágenes era con exposiciones prolongadas en el negativo. Esto me posibilitaba atrapar los movimientos, como lo hecho por Duchamp en el «Desnudo bajando las escaleras», donde la cinética es el punto de partida para el manifiesto de Marinetti.

En homenaje a la extinta vanguardia futurista realizo un divertimento visual, con una coreografía de  Claudia Herrera para jugar a la persistencia retiniana: «Estudio mínimo en memoria de Marinetti», que está dividido en dos momentos Ascenso y Persistencia. Con la misma receta: en un fotograma todos los movimientos.

Demian Chávez.

Julio 2016

Santiago de Querétaro.

Comments are closed, but trackbacks and pingbacks are open.