El fenómeno migratorio nos ha dado la posibilidad de crear historias que se cuentan desde diferentes aristas como la economía, lo social, lo familiar e incluso la política. De tal manera que las primeras imágenes fotográficas que hice, y por lo simbólico del ritual, llamó mi atención en 2005, fue el regreso de los connacionales al municipio de Huimilpan y eran recibidos en una berbena, una misa y con un concurso de adorno de trokas.

Ofensiva resulta a la vista la escultura del migrante que se marcha, ubicada  frente de la iglesia de San Miguel Arcángel, inaugurada en 2004; en la que se conmemora que el 100% de las familias tienen al menos un familiar migrante. Otra escultura que complementa la narrativa es la que se encuentra en Landa de Matamoros en la que la familia recibe al migrante. Ambas se consideran un homenaje para los migrantes, en lugar de generar políticas públicas en las que la economía pudiera ser suficientemente robusta para que el fenómeno, que ya es una tradición familiar, saliera del imaginario de las personas.

Muchas comunidades, municipios y estados del país tienen una extensión en Estados Unidos. Sin embargo, el regreso de estos migrantes no era por de más sencillo. En calvario se convirtió la carretera de Nuevo Laredo hacia centro del país en donde al brinco de la frontera ya estaban afilando sus garras la corrupción, la extorsión y el miedo; disfrazados de funcionarios de migración, hacienda, cárteles y policía.

Es entonces que nace la Caravana de Migrantes, en donde la primera ocasión apenas fue un minúsculo grupo de camionetas escoltadas por el ejército, la policía federal y policías locales, viajaban con destino seguro.

Contar sus historias, el trayecto de esta marcha de regreso seguro, pasó de ser una simple cobertura periodística o reportajes gráficos (que se publicarían en Plaza De Armas, La Jornada, Reuters, Cuartoscuro y El Universal), a un ensayo que al paso del tiempo se convertiría en un documental.

Pronto caí cuenta que un viaje de 3 mil o 5mil  kilómetros en carretera había sido el mismo que mi padre había hecho incontables veces.

Migrar es un verbo presente en casa. Los hermanos de mi padre también había migrado, trabajado, habían hecho familia y habían extendido sus raíces lejos de Querétaro.

Mi padre se había apuntado como voluntario en los años 70 del siglo pasado, al ejército. Y aunque nunca fue llamado al servicio estuvo en la reserva. Eso le posibilitó tener el beneficio de la green card del país vecino. Actualmente mi hijo en Canadá irá colegio mientras su madre estudia su segunda maestría. Migrar para estudiar, trabajar o desarrollarse debe observarse como una evolución del ser humano. Al final del día, somos ciudadanos del mundo y las fronteras debieran ser un acto del imaginario.

Las historias que se recogen en las imágenes son apenas una pequeña muestra de los millones de kilómetros que viajan de ida y vuelta los migrantes. Historias de éxito, de ansiedad, de miedo, de alegría. Pero sobre todo, historias reales que no debemos olvidar. Y para ello está la fotografía como testigo. Porque la fotografía documental y periodística es el arte que mejor se compromete con la historia de la sociedad actual.

 

Demian Chávez

Querétaro, Julio 2023.

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